El arte otoniano funde tres tradiciones: las de la antigüedad tardía especialmente en el arte del norte de Italia, el período carolingio, y bizancio.
El "renacimiento otoniano" se manifiesta especialmente en las artes y la arquitectura, revitalizadas por el contacto renovado con Constantinopla, en la reviviscencia de algunas escuelas catedralicias, como la de Bruno I, arzobispo de Colonia, y en la producción de manuscritos iluminados, la principal forma artística de la época, de un puñado de scriptoria de élite, como Quedlinburg, fundado por Otón en 936 y en la ideología política.
Las abadías imperiales y la corte imperial se convirtieron en centros de vida religiosa y espiritual, guiados por el ejemplo de mujeres de la familia real: Matilde de Ringelheim, la ilustrada madre de Otón I, o su hermana, Gerberga de Sajonia, o su consorte Adelaida de Italia, o la emperatriz Teófano.
Se inspira en la arquitectura carolingia y bizantina. Entre las obras que repiten el modelo de la Capilla Palatina octogonal en Aquisgrán se encuentran Ottmarsheim (siglo XI, Alsacia) y el coro de la abadía de la Trinidad en Essen.
La arquitectura religiosa tiende a apartarse de un plan centralizado. Se conserva la inspiración de la basílica romana. La arquitectura otoniana mantiene el doble rasgo carolingio terminado con ábsides a ambos lados del final de la iglesia. Entre las innovaciones de esta arquitectura se encuentra la elaboración y uso más amplio de galerías o tribunas, así como la alternancia en los soportes (pilares y columnas) según dos modelos: en el renano se alternan pilares y columnas, y en el sajón aparecen dos columnas entre los pilares.
El primer ejemplo de la arquitectura otoniana es la iglesia abacial de San Ciriaco de Genrode (959-63), aparentemente la primera en Europa que tuvo una tribuna sobre las naves laterales. Es una de las pocas construcciones que se conservan de la arquitectura a principios de la era otoniana.
Otras construcciones otonianas son las iglesias de Sta. Gertrude en Nivelles (1046, Bélgica), la gran abadía de San Jorge de Oberzell, en Reichenau, San Miguel de Hildesheim (1010-33)
Las labores en bronce presentan un gran bizantinismo, especialmente después del matrimonio de Otón II con Teófano (972). Así, el taller de Hildesheim se relaciona con el arte bizantino del sur de Italia. Destacan las puertas en bronce de San Miguel de Hildesheim, con escenas del Génesis y evangélicas; unos candelabros de plata con figuras y una magnífica columna en bronce con relieves dispuestos en espiral. La técnica de fundición germánica se extenderá hacia Rusia y el norte de Italia.
Los marfiles siguen los modelos carolingios. Destacan las escuelas de Tréveris y de Fulda. Este arte está muy relacionado con la encuadernación de libros, pues formaban la decoración principal de las tapas. En el Museo Cluny (París) se conserva una placa de marfil que representa al emperador Otón II y su esposa, vestidos con traje de corte bizantino. Los marfiles otonianos influirán en el arte español del siglo XI.
Hay algunas imágenes en madera, con receptáculo para reliquias, como la Virgen de Essen (Catedral de Essen), recubierta de oro, y el crucifijo de Gero, (Catedral de Colonia). La estatua del relicario de la Virgen y el Niño es una obra maestra del taller de Tréveris, aunque actualmente se conserva en la catedral de Essen. Es un relicario de tres cuartos de tamaño de madera, cubierta por una lámina de oro, con ojos esmaltados y gemas engastadas en el halo del Niño. Por su parte, el crucifijo que está en la cámara del tesoro de la catedral de Colonia se cree que fue encargo del arzobispo Gero de Colonia (obispo en 976), que posiblemente sea la creación escultural más influyente de este período, con una fuerza que anticipa las vigorosas esculturas románicas.
La orfebrería sigue los modelos carolingios, si bien con mayor importancia de los esmaltes. Destacan dos talleres: el de Tréveris, patrocinado por el obispo Egberto y el de Essen, creado por Matilde, nieta de Otón I, que fue allí abadesa desde el año 973 hasta 1001. Entre las piezas que se conservan de este período, cabe citar:
El altar de oro de Basilea, actualmente en el Museo de Cluny (París), de principios del siglo XI, donación del emperador Enrique II; hecho en madera de roble con oro.
La cruz de la abadesa Matilde en la catedral de Essen
Cruz de Lotario, en la catedral de Aquisgrán.
El manto de Enrique II, en Bamberg, recamado en oro y seda sobre fondo azul, con el Zodíaco y temas religiosos.
Tapa dorada del Codex Aureus de Echternach (Museo Nacional Germano de Núremberg)
En la cámara del tesoro imperial, localizada en el Palacio Imperial de Hofburg de Viena se conserva la gran corona imperial, uno de los más importantes objetos asociados a Otón I. Está formada por ocho grandes láminas, unas con piedras engastadas y otras con esmaltes en técnica cloisonné con figuras como la del rey Salomón. Sólo en Italia podía haber artesanos, formados en la tradición bizantina, que dominaran la técnica para realizar semejante obra. Lo más probable es que se realizara para la coronación de Otón I en Roma (962), sufriendo dos añadidos posteriores: una pequeña cruz montada sobre la parte frontal, que seguramente se hizo para Otón II después de su sucesión en el año 973; y un arco que pasa sobre la corona, en el que hay una inscripción con el nombre del emperador Conrado II, coronado en 1027, por lo que a veces también es llamada "corona de Conrado II".